El 20 de julio de 2025, China dio inicio a la construcción de la que será la presa hidroeléctrica más grande del planeta, ubicada en la Región Autónoma del Tíbet. El acto fue presidido por el primer ministro Li Qiang, quien supervisó la ceremonia oficial en el curso superior del río Yarlung Tsangpó. Con una inversión estimada de 1,2 billones de yuanes (equivalente a 167.000 millones de dólares), el proyecto apunta a triplicar la capacidad energética de la actual presa de las Tres Gargantas. Sin embargo, tanto India como Bangladesh han manifestado serias preocupaciones sobre los efectos que la obra podría tener río abajo, desde el abastecimiento de agua hasta la estabilidad ecológica y social de la región.
La futura presa, conocida como Central Hidroeléctrica de Motuo, se ubicará en uno de los tramos más abruptos y remotos del Tíbet, en el cañón del Yarlung Tsangpó. Este río, que más adelante se convierte en el Brahmaputra al entrar en la India, es crucial para millones de personas en Asia meridional. Por eso, la posibilidad de que China regule o desvíe su curso ha generado inquietud en varios gobiernos.
Un megaproyecto con implicaciones regionales
De acuerdo con un reportaje de la agencia oficial Xinhua, el plan contempla la construcción de cinco centrales eléctricas conectadas por túneles de hasta 20 kilómetros. Las autoridades chinas aseguran que el proyecto prioriza la protección ecológica y el desarrollo rural, dentro de una política energética nacional conocida como xidiandongsong («electricidad del oeste al este»).
Esta estrategia responde a las crecientes necesidades energéticas del país, especialmente en las provincias orientales e industriales. Sin embargo, el hecho de que gran parte de la electricidad generada se transporte fuera del Tíbet ha sido criticado por activistas tibetanos y grupos ambientalistas. Según informó la BBC, durante 2024 hubo protestas locales contra otra presa en la región, las cuales terminaron con detenciones masivas y represión policial.

Preocupaciones desde India y Bangladesh
India ha reaccionado con cautela, pero con firmeza. A principios de julio, el Ministerio de Asuntos Exteriores expresó a Pekín su preocupación por los posibles efectos en estados del noreste como Arunachal Pradesh y Assam. En esta última región, el río Siang —uno de los afluentes del Brahmaputra— es vital para la agricultura, la pesca y el suministro de agua. Las autoridades temen que el flujo se reduzca drásticamente o que haya descargas súbitas que provoquen inundaciones.
El ministro jefe de Arunachal Pradesh, Pema Khandu, advirtió que la presa podría convertirse en un arma estratégica. En declaraciones a la agencia india PTI, dijo que una liberación inesperada de agua tendría consecuencias graves para comunidades tribales como la Adi, quienes dependen del río para sobrevivir.
Bangladesh, por su parte, envió una carta formal a China en febrero de este año solicitando más información técnica sobre el proyecto. La preocupación se centra en el tramo final del río Brahmaputra, que desemboca en su territorio y alimenta a importantes zonas agrícolas.
Riesgos geológicos y ambientales
Más allá del debate político, también existen interrogantes sobre la viabilidad técnica y el impacto ambiental. El cañón donde se construye la presa es considerado el más profundo y largo del planeta, con una geografía montañosa que presenta alta actividad sísmica. Especialistas advierten sobre el riesgo de terremotos y deslizamientos durante las obras o tras su finalización.
Además, los valles tibetanos donde se ubicará la represa son zonas de alta biodiversidad. La construcción de embalses implicaría la inundación de grandes extensiones, con la consiguiente pérdida de hábitats naturales. Aunque China ha afirmado que tomará medidas para mitigar estos efectos, organizaciones independientes exigen más transparencia y participación de las comunidades afectadas.
El inicio de esta gigantesca obra pone en evidencia las tensiones que surgen cuando los intereses energéticos, geopolíticos y ambientales se cruzan. Aunque China defiende su derecho a aprovechar sus recursos naturales, la construcción de la presa más grande del mundo plantea preguntas que todavía no tienen respuestas claras. Lo cierto es que, mientras las excavadoras avanzan en el cañón tibetano, las preocupaciones de millones de personas río abajo siguen sin resolverse.