Miguel Uribe Turbay, precandidato presidencial en Colombia, falleció este lunes 11 de agosto, dos meses después de haber sido víctima de un atentado a balazos durante un acto político en Bogotá. La noticia la confirmó su esposa, María Claudia Tarazona, quien se despidió de él con un emotivo mensaje en redes sociales: «Descansa en paz amor de mi vida, yo cuidaré a nuestros hijos».

Uribe Turbay, de 39 años, permanecía internado en cuidados intensivos desde el 7 de junio, día en que un sicario de 15 años le disparó tres veces durante un mitin en un barrio popular de la capital colombiana. Dos de las balas impactaron su cabeza. A pesar de múltiples cirugías y un proceso de neurorehabilitación iniciado en julio, su estado de salud empeoró el pasado sábado tras sufrir una hemorragia cerebral.

Un crimen que sacude a la política colombiana
El asesinato de Miguel Uribe Turbay, quien era uno de los favoritos de la derecha para las elecciones presidenciales de 2026, revivió el recuerdo de las décadas de 1980 y 1990, cuando varios líderes políticos perdieron la vida en medio del conflicto armado.
Las autoridades han detenido a seis sospechosos, incluido el menor que ejecutó el ataque y Elder José Arteaga Hernández, alias “El Costeño”, señalado como el cerebro logístico del crimen. Según la Policía Nacional, todo apunta a que el atentado lo orquestó la disidencia de las FARC conocida como Segunda Marquetalia, fundada por Iván Márquez.
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Una vida marcada por la violencia
Miguel Uribe Turbay no era ajeno al dolor que provoca el conflicto armado en Colombia. En 1991, su madre, la periodista Diana Turbay, murió durante un operativo militar mientras estaba secuestrada por orden del narcotraficante Pablo Escobar, quien había ordenado su rapto en medio de su campaña para impedir la extradición de capos de la droga a Estados Unidos.
Esa tragedia personal marcó el rumbo de su vida política, enfocada en el fortalecimiento de la democracia, la seguridad ciudadana y la defensa de las instituciones.
Impacto político y social
El asesinato de Miguel Uribe Turbay representa un duro golpe para la política colombiana y un recordatorio de los desafíos que enfrenta el país para garantizar la seguridad de sus líderes. La violencia política, que parecía ser un capítulo del pasado, vuelve a poner en alerta a las autoridades y a la sociedad civil.
El senador deja un hijo pequeño y tres hijas adolescentes que había acogido como propias. Su legado político y su trágico final se convierten en un símbolo de la necesidad urgente de proteger la vida democrática en Colombia.